Pocos minutos después, el mar se enfureció y olas de hasta 10 metros arrasaron todo lo que encontraron a su paso. Fábricas, viviendas, vehículos, postes y hasta gran parte de una central nuclear fueron destruidos por un gigantesco tsunami que asoló varias ciudades japonesas.
La tierra no calmó por casi tres días completos y hubo más de dos centenares de réplicas, algunas de ellas tan fuertes que, de por sí, podrían considerarse como terremotos. Parecía el fin del mundo, como narraron los testigos.El saldo trágico fue cerca de veinte millares de muertos, 300 mil damnificados y miles de millones en pérdidas materiales. Es más, el eje de la tierra se movió unos 10 centímetros. Toda una tragedia que el mundo entero contempló con temor y asombro.
Aunque Japón es una zona altamente sísmica, no dejó de llamar la atención semejante castigo de la naturaleza. En los días previos, un par de sismos de regular intensidad fue la antesala de algo que nadie podía prever.
Los efectos del desastre no mitigaron en las horas siguientes. Por el contrario, los daños causados por el terremoto y el tsunami en una planta nuclear de Fukushima, incrementaron los temores, en la zona del desastre, en todo el país y, se podría decir, en el mundo.
El terremoto fue el origen de una crisis nuclear que puso en peligro, no solo a Japón, sino a casi todos los países de la cuenca del Pacífico, incluido, Estados Unidos. Las ondas radioactivas se esparcieron y aún no se sabe cuáles son las terribles consecuencias que acarreará en el futuro. En tanto, millones de personas tratan de encontrar un manto protector contra la radioactividad.
Otras tragedias
La tragedia de Japón es solo el último capítulo de los desastres naturales que, durante la primera década del siglo, han sido una noticia permanente. De hecho, el Servicio Geológico de Estados informó que desde 1970 ocurrieron veinte megaterremotos (por encima de 8 grados).
En los últimos cuatro años, tres regiones de América han sido remecidas con inusual violencia. Ciudades enteras fueron destruidas, hubo miles de víctimas y muchos perdieron todas sus propiedades: Perú en 2007, y Chile y Haití en el 2010.
El 15 de agosto de 2007, las localidades peruanas de Pisco, Ica y Chincha fueron remecidas por un sismo de 7,9 grados de intensidad. Más de medio millar de personas fallecieron y cientos de viviendas quedaron destruidas. Las cicatrices de aquella tragedia aún no terminan de cerrarse y mucha gente sigue sufriendo las consecuencias, pese a que han transcurrido cuatro años.
En Haití, la cosa fue mucho más dramática aunque el sismo, registrado el 12 de enero del 2010, fue ligeramente menor en intensidad. La pauperización de numerosos poblados de la isla caribeña contribuyó a agravar la tragedia. El panorama que dejó el sismo de 7,1 grados fue desolador. Hubo más de cien mil muertos. Casi todas las viviendas de las ciudades cercanas al epicentro cayeron y muchos durmieron a la intemperie por varios meses. El propio palacio presidencial se derrumbó y el Presidente tuvo que despachar en oficinas improvisadas por varios meses.
No solo hubo destrucción y muerte, sino hambre y desesperación. Seis meses después del desastre la gente aún no tenía qué comer y muchos morían por inanición. Actualmente, más de un año después del terremoto, la situación no ha cambiado mucho en Haití, considerado como el país más pobre de América.
Un drama similar ocurrió en Chile el 27 febrero del año pasado. Gran parte del sur del país, incluido Santiago, la capital chilena, se conmocionaron con un sismo de 8,8 grados que sorprendió a la población mientras dormía en plena madrugada. Un maremoto posterior castigó aun más a las víctimas del movimiento telúrico. La cifra oficial de muertos fue de 799, aunque los damnificados superaron los dos millones de personas y se desplomaron medio millón de viviendas. El terremoto alcanzó a desplazar el eje de la Tierra en 7,6 centímetros y acortó el día 1,26 millonésimas de segundo.
El año pasado otras partes del mundo sufrieron embates de la naturaleza. Pakistán soportó una de las inundaciones más devastadoras de su historia. Las lluvias, que cubrieron 30 por ciento del territorio, dejaron al menos dos mil muertos, tres mil heridos, casi dos millones de casas destruidas y más de seis millones de desplazados. Y mientras allá llovía, Rusia sufría uno de los peores incendios forestales de los últimos 130 años.
Colombia tampoco se escapó de los desastres naturales. El país vivió, a finales del año pasado y a principios de este, una crisis humanitaria por el invierno más violento que se recuerde.
Solo en noviembre cayó 500 veces más lluvia que en el mismo mes en años anteriores. Se calcula que más de 300 personas murieron y dos millones y medio resultaron afectadas, sobre todo en el norte del país.
El 2011 comenzó con el sismo de 6,3 grados en la escala de Richter ocurrido el 22 de febrero en Nueva Zelanda. Este terremoto se convirtió en el peor desastre de esa nación en ochenta años.
El poderoso movimiento telúrico hizo que se desprendiera un pedazo de hielo de treinta millones de toneladas, una especie de isla a la deriva abandonada a su suerte, como si fuera una señal bíblica.
La Santa Escritura
¿Qué está pasando en el mundo? Los investigadores tratan de explicar estos fenómenos naturales con argumentos científicos, pero existe algo más. La Biblia lo menciona expresamente en varios pasajes. Las señales bíblicas están en el capítulo .
24 del Evangelio de San Mateo:
24:1 Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
24:2 Respondiendo Él les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
24:3 Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
24.4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
24:5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
24:6 Y oiréis de guerra y rumores de guerra; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
24:7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
Otros libros de la Sagrada Escritura consignan con claridad pasajes parecidos referidos a los desastres de estos tiempos. Así que lo que sucede ahora en la tierra solo es el cumplimiento de la Palabra de Dios.
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