lunes, 9 de enero de 2012

“Nunca soltaré la mano de Cristo” (testimonio)

“Nunca soltaré la mano de Cristo” (testimonio)


Jazmín Quinto actualmente tiene 18 años. Desde niña tuvo que experimentar una vida de pleitos entre sus padres, a causa del alcohol. Su padre, venía a las 9 de la mañana luego de pasar casi todas las noches en fiestas.

Sin embargo, su vida tuvo un cambio al comenzar con un demonio, que disfrazado de “ángel de luz”, se ganó su confianza y ella lo consideró un amigo.

A los 8 años, este ser maligno le dijo que debía matar a su familia para terminar con su sufrimiento y luego del crimen debería suicidarse.

Aun sin alcanzar la mayoría de edad, el vicio del tragamonedas también formó parte de su vida, no le importaba robar objetos en el colegio o vender cosas de casa para poder apostar en estos centros de perdición.

“Si me voy al infierno, todos se van al infierno”, solía decirle a sus hermanas, a quienes amenazaba de muerte.

Es así que una noche intentó matar a su padre mientras dormía. Sin embargo, la misericordia de Dios la alcanzaría. Jazmín no pudo matar a su padre porque una corriente, que ni ella misma sabía de dónde venía, detuvo su mano.

El demonio, a quien ella llamaba “amigo”, comenzó a aconsejarle que se contacte con otros seres a través de la ouija. Pero Jazmín tenía temor de hacerlo, porque sabía de casos de personas que habían sido afectadas por practicar estos rituales.

Mientras tanto su madre y su abuela, quienes ya habían conocido a Dios, oraban por ella sin cesar. Ambas no tardaron en llevar a Jazmín y a su padre a la casa del Señor para que escucharan Su palabra.

Dios hizo un cambio rotundo en la vida de Pablo, padre de Jazmín, el dejó atrás las fiestas, las malas juntas y su principal atadura, la cerveza.

De lo oscuro hacia la luz
El corazón de Jazmín se endurecía cada vez más, creía que se trataba de una excusa de su padre para intentar remediar todos los años de sufrimiento que ella había vivido. Su abuela insistía en invitar a Jazmín a la iglesia.

Hasta que un día, ante tanta insistencia, ella aceptó. Aquella noche la palabra de Dios la tocó, pero aún tenía luchas espirituales que no la dejaban entregarse a Cristo. Sin embargo, se dio cuenta que necesitaba de Dios y una sensación de cambio empezó nacer en su corazón.

Acercándose la navidad, Jazmín le hizo una petición a Dios con todo su corazón: “Señor en esta navidad yo quiero que tú me cambies e ir a tu casa, quiero seguirte”. Ante su sincera disposición, Dios hizo la obra.

Desde ese día comenzó a sentir amor por su familia, por los demás y por ella misma. El resentimiento que la tenía atrapada desapareció.

Pero sin luchas no hay victorias. El enemigo quería atormentarla, pero ella le decía que ahora era una hija de Dios. “Ya no te tengo miedo, ahora soy del Señor”, le dijo una noche, así los ataques cesaron y ella se sentía más confiada que nunca en el Todopoderoso.

Dios le dio varias promesas y en sueños le decía: “Donde vayas voy a estar contigo, cuando tengas hambre o sed, nunca te dejaré”.

Ahora Jazmín puede testificar que el amor de Dios llena de verdad su vida y sabe que solo en Él existe verdadera felicidad

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