lunes, 9 de enero de 2012

Subiremos a Jerusalem-Peregrinos y extranjeros (alabanza)

Subiremos a Jerusalem-Peregrinos y extranjeros (alabanza)



LA NUEVA JERUSALÉN

AP. 21:9-27 
Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo diciendo: ven aca,yo te mostraré la desposada, la esposa del cordero.

Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios.

Teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al d euna piedra preciosíma, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 

Al oriente tres puertas; al norte tres púertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

El que hablaba conmigo tenía una cañna de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.

La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.

Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.

El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vídrio limpio;

y los cimientos del muro de la ciudad  estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, Zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; 

el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el dupdécimo, amatista.

Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas, cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues alli no habrá noche.

Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.

No entrará en ella ninguna cosa inmuda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

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